"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un «¡Ahhh!»", Jack Kerouac


martes, 12 de junio de 2012

Poesía, proyectos y habladurías

Y al fin han salido todas las notas, sin sorpresas para bien o para mal. Ya era hora, estaban a punto de cumplirse las dos semanas desde que terminaramos los exámenes.

Así que a otra cosa mariposa.

Ayer o anteayer, mirando y recontando algunos poemas (más que nada comprobando que llevaba bien la cuenta de sonetos) me di cuenta de que estaba cerca de cumplir, este año sí, el objetivo de poemas al año que me había fijado hace varios años. En su momento me había dicho de hacer 50 poemas al año, que aunque la cantidad nos deja un poema a la semana, en su tiempo superé ampliamente esa cifra. Después de las grandes épocas de sequía, no había llegado a mis objetivos, pero resulta que echando cálculos, de media estoy a punto de llegar a esa cifra. Teniendo en cuenta que comenzaría a escribir sobre noviembre del 2006 (sin confirmar, responde esta fecha a una estimación), tenemos que este año cumpliría mis seis años escribiendo (tempus fugit, indudablemente), y estoy a 21 poemas de los 300. Aún queda medio año para cumplir esa cifra, y me veo muy capaz, así que eso me dejaría una impresionante colección de poemas varios tras seis años de poesía. Trescientos poemas, guau. Quevedo escribió 875, y yo voy por un tercio de ello. Un tercio, en un tercio de su vida, aunque sólo fuesen seis años útiles para mí por ahora. Cierto es que contados de mis poemas pueden equipararse con la calidad de los de Quevedo, pero es suficiente para mí saber que no está tan lejos.

Y lo más destacable es, en realidad, el otro gran objetivo que tengo, más a corto plazo, posiblemente sea batido en este mes. Cuento con 47 sonetos, a punto de los 50. Eso sí que es un orgullo para mí. A veces la calidad flaqueaba en ellos, pero un soneto es un soneto. Si tuviera que definir la perfección posiblemente diría "soneto". Es más, quizás comience a usar la palabra cuando algo me guste mucho, como sinónimo de perfección o belleza.

Y con esos objetivos en número, me centro ahora en mis objetivos actuales y viejos objetivos, las viejas nuevas obras.

Por ejemplo, el otro día de alguna manera sentí cierto... no sé como llamarlo, ¿celos? Dejémoslo ahí. Sentí celos de Espronceda, por poder haber hecho algo tan bello como La canción del pirata. Quiero hacer algo así, algo parecido a eso, tan perfecto y tan sonoro, que cuando alguien como yo la lea no pueda evitar sonreír y apretar el puño y navegar.

También me gustaría, aunque así llevo un año y otro, terminar un teatro lírico que comenzara tanto tiempo atrás, sobre el cuál Moisés Mori, profesor mío de lengua y escritor, dijo que estaba muy bien. Me encantaba ese hombre, era curioso a su manera, pero cuando me veía siempre me preguntaba por mis poemas. Llegó a decir de mí que ya era un clásico. Un clásico en vida. Creo que esa frase y la de otro profesor mío con su "no cambies nunca" serán cosas que recuerde para toda la vida.

Y actualmente, estoy trabajando pasivamente en un teatro absurdista de humor ídem. En realidad en dos, pero creo que al final van a terminar fusionados, de alguna manera. Cogeré todo lo que tenía en la primera idea, pero con el ritmo y trama de la segunda. Típico absurdo que tanto me gusta, tipo Poncela o Mihura. Al igual que Café cubano y azúcar de caña, única obra de teatro que he terminado (aunque al final ha quedado un tanto corta). Es absurda totalmente, y muy parecida a las de los anteriormente nombrados, incluso en la época, que está pensado para los años... 30-50. Es tan absurda la obra, que lo primero que nació de ella fue el título. Era cuando logré conseguir café de Cuba, y le pedí a mi madre que comprase azúcar bueno, y tarán, salió algo que me parecío un título divertido, que después sería una obra que, independientemente de la crítica que reciba (que no tiene actualmente ninguna crítica) me he reído lo indecible escribiéndola.

Anda, y acabo de recordar que hoy he soñado con un tsunami. Otra vez. Sin duda es el sueño más recurrente que tengo. Es siempre o casi siempre igual (aunque el paisaje siempre cambia), estoy en una ladera de una montaña desde donde veo una playa, y es entonces cuando llegan olas enormes, una tras otra, arrasándolo todo. Y curiosamente no recuerdo haber sido arrastrado por ellas nunca. Y mira que esta vez estaba sentado encima de una especie de chiringuito muy chulo y cuando llegaba la ola todo el mundo corría y yo seguía ahí sentado (¿llevaba ropas tipo tai chi?) y decía algo como "no merece tanto la pena esta vida", creo que me refería a que no merece tanto como para intentar salvarme corriendo. Pero la ola entonces golpeaba justo delante mío y retrocedía, y así un par de veces hasta que porque alguien me dijo no sé qué y comencé a medio correr hacia lejos del mar y creo que entonces sí me golpeaba la ola, o caía más cerca, porque tampoco es que recuerde que me golpease. Quizás me desperté entonces.

En cualquier caso, sueños aparte, hablemos de sueños, todavía tengo un lienzo en blanco, aunque estoy barajando nuevas compras, tanto de lienzos como de pinturas y demás. Con suerte quizás comience a pintar algo con lo que realmente esté a gusto en breves (es difícil adaptarse a algo nuevo tan rápido, requiere su tiempo saber cómo hacer las cosas).


E iba a poner una de esas frases de las reglas de un caballero, pero la verdad que hoy no he encontrado ninguna con la cual esté realmente a gusto. Hay muchas y estoy de acuerdo con todas ella, pero ninguna me llega ahora mismo, ninguna que diga, "¡ey!" o algo así.

Así pues, a falta de eso, buenas son las de Mark Twain:


Nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño.
Mark Twain (1835-1910) Escritor y periodista estadounidense.
 
 
 
 
 
 
 Jesus Burgos Lobo
Semper Fidelis 

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