"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un «¡Ahhh!»", Jack Kerouac


sábado, 16 de junio de 2012

Historia del Tao

Bao Lu había sido General de Vanguardia de la Corte Imperial hasta que los rebeldes de Xiliang habían asaltado la capital imperial. Él había logrado huir llevando un decreto secreto del emperador, que le ordenaba acantonar tropas leales de los señores de las distintas regiones con el fin de liberar Luoyang y acabar con la rebelión, trayendo la paz de nuevo a las tierras del Emperador Shu. A pesar de que guardaba a buen recaudo el decreto, incluso él mismo dudaba de que sirviese para algo, ya que nadie acudiría a apoyar al Emperador dada la situación actual. Las dudas le asaltaban, y a pesar de las órdenes, pensaba en marchar hacia el sur, a las tierras fértiles, y olvidarse de su cometido.

Había recorrido con su caballo cientos de lis desde entonces, y en aquel momento se dirigía a las tierras de Lie Haou por las inmediaciones del monte Longmu, pero justo entonces la niebla bajó, y pronto tuvo que buscar refugio antes de terminar perdido en aquellos parajes. Vagó tratando de mantener el rumbo durante un tiempo, hasta que la música de una cítara le comenzó a guiar entre la niebla. Pronto vió una pequeña choza,  ató el caballo en un árbol cercano y se dispuso a entrar. Antes de que pusiese un pie en el interior, la música se detuvo y cuando cruzó el umbral no encontró a nadie en su interior. Buscó en el interior, tratando de hallar a la persona que había estado tocando la cítara hasta hacía un momento, pero entonces recordó que según las historias en Longmu habitaba un maestro taoista de gran sabiduría, pero que nunca se mostraba a las personas. Entonces buscó con más ahinco, sabía que había tenido que estar allí, el fuego estaba encendido, y sobre él una tetera sacaba vapor, lista para servir. Incluso vió la cítara sobre una mesa. Pensó en darse por vencido, pero cuando se estaba yendo, vio en una pared unos caracteres que decían:


"Entre en sí y el no, ¿qué diferencia hay?
Lo «bueno» y lo «malo», ¿en qué se distinguen?
¿Debemos temer lo que otros temen?
¿Dónde están los límites?
Todos están tan alegres
como si asistiesen a la gran fiesta de primavera
y departiesen por las terrazas.
Sólo yo estoy en calma,
libre de ataduras.
Soy como un recién nacido que todavía no sabe reír,
desapegado, como un andariego sin lugar a donde ir.

Todo el mundo vive en abundancia,
sólo yo parezco necesitado.
Tengo el corazón tan confuso como el de un loco.
Los hombres comunes son brillantes.
Sólo yo parezco obtuso.
Los hombres comunes poseen ideas claras.
Sólo yo parezco ensimismado.
Impredecible, como el mar,
sin rumbo fijo, como el viento."



Reconoció entonces las palabras del Tao de Lao Tse, y exclamó: «qué gran sabiduría». Pero comprobó que no estaban terminadas esas palabras, así que pensó entonces dejar escrito el resto de esa parte del Tao para el morador de aquella casa, y buscó los útiles de escritura. También sirvió el té para dos personas. Cuando se sentó en la mesa, comenzó a escribir:


"Todo el mundo parece ocupado,
sólo yo permanezco ocioso y soñador.
Soy distinto de los demás.
Para mí lo más importante
es ser nutrido por la gran madre."


Satisfecho, bebió el té a salud del habitante de aquella casa, y situó lo escrito justo debajo del resto, y salió al exterior. Cuando llegó fuera, vió que la niebla había desaparecido, y contento fue a desatar a su caballo del árbol. Entonces vio escrito en dicho árbol un hexagrama del I Ching. Entendió entonces que se trataban de pruebas impuestas por el hombre que allí vivía así que dijo en voz alta:

-Tui, lo sereno, el lago. Es propicia la perseverancia. Cuando se conquista los corazones de las personas por amabilidad, estos nos seguiran sin importar hacia donde vayamos, sin importarles enfrentarse a la muerte. En el corazón ha de morar la verdad y la fortaleza.

Entonces entendió lo que quería decirle. Desde siempre el Emperador ha sido benevolente con las personas, ha tratado con justicia a sus subordinados y ahora, cuando más necesitado estaba de la ayuda de los subordinados, estos sólo pensaban en abandonarlo.

Entendió que, mientras guardase verdad y fortaleza en su corazón, no debería dudar de su lealtad para con el Emperador, y debería llevar ese decreto imperial alrededor de la tierra, sin importar cuánto tiempo le llevase o a los peligros que enfrentase.
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Una pequeña historia montada sobre la marcha con algunas cosillas interesantes de por medio, usando el libor del Tao y el libro de las mutaciones para hacerla.




Jesus Burgos Lobo
Semper Fidelis

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