"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un «¡Ahhh!»", Jack Kerouac


sábado, 13 de abril de 2013

"La Regla del 10%" o "La exclusión de los extremos"

No sé si he hablado en alguna ocasión de lo que llamo "la regla del 10%", que he aprendido de un vídeo sobre el grupo Irizar (un grupo de montaje de autobuses, aunque me temo que no recuerdo ni link ni conferenciante) y de la cual ya había oído hablar en primero de carrera estudiando sociología. Esta regla viene a decir que siempre hay un 10% (es un número "cualquiera", no necesariamente es un 10%) que está en contra de todo, y hay un homólogo al otro lado que siempre está a favor de todo.

Se basa en lo que vemos en el dibujo, hay dos minorías, que son las colas, es decir, los extremos, y después está el centro con la mayoría de los casos. No sólo sirve para decir "a favor-en contra", sino que es la regla "normal" de distribución de casos: la mayoría de las notas tienden a un valor central, la mayoría de los salarios tienden a un salario medio, etc. Pero ocurre que, particularizada al modelo "a favor-en contra", nos dice algo muy importante: excluye a los extremos.

Me explico. Imaginemos que el gráfico anterior mide el apoyo de la sociedad a cierta medida X aplicada por el Gobierno Y, en tanto que la escala va de -10 a 10. Si entendemos que la medida deja a la sociedad dividida tendremos que esa distribución tiende a un valor 0, que deja el mismo número de a favores y en contras a un lado y a otro. Pero supongamos que antes de aplicarla tenemos que convencer a la gente de que esté a favor de ella, negociar y ver qué ven mal, entonces debemos coger los casos que han votado negativo a la aplicación de dicha medida, pero excluyendo los que están más allá de esa línea roja que marca ese 10%. ¿Por qué? Bueno, porque nunca jamás vas a convencerlos, independientemente de la medida y las negociaciones. Y esto ocurre siempre que se hace algo, independientemente de lo que sea y dónde estés. Entonces, ¿cómo se debe proceder para aplicar algo? O dicho de otro modo, ¿cuándo sabemos que hemos logrado mayor apoyo en nuestra medida? Pues sencillamente mirando el valor medio. En el ejemplo anterior era 0, pero imaginemos lo siguiente:


Donde la parte amarilla era la anteriormente marcada como el 10% (olvidémonos del 0 y la x del dibujo, está sacado de internet, el 0 debería estar en medio de la distribucción y esta acotada entre -10 y 10). Es decir, está desplazada hacia la parte negativa, lo cual muestra una mayoría de casos negativos, es decir, una resistencia mayor a la medida. El caso hacia el otro lado se cumple: cuanto más a la derecha del valor 0, mayores apoyos.

Esto nos hace llegar a la conclusión siguiente: el progreso/consenso (dependiendo de a qué lo apliquemos) se logra cuando la primera gráfica mostrada está desplazada hacia la parte derecha. Pero siempre teniendo en cuenta que habrá una cola izquierda imposible de cambiar.

Y me gustaría darle más vueltas a esto ya que es sólo una explicación (algo chapucera) sobre esta regla, pero lo cierto es que no tengo tiempo para hacerlo ahora mismo. De todas formas, espero que haya servido para hacer entender a quien lo lea que en ciertos temas hay minorías que no merece la pena hablar con ellas, ya sea porque son demasiado entusiastas o demasiado contrarias como para que aporten nada. Acabo de ver que esta regla bien podría llamarse, aplicado por ejemplo a política y cambio organizativo, la exclusión de los extremos.



Jesus Burgos Lobo
Semper Fidelis

viernes, 5 de abril de 2013

Viejas Entradas: "Desviaciones"


Me he mordido el labio al comer y me he hecho sangre, al igual que ayer a la cena y a la comida. Me siento imbécil.

Hoy me he dado cuenta, o digamos que me he redescubierto diciéndolo, que me da exactamente igual lo que le ocurra a la economía española. Antes de que cualquiera diga "pues debería porque blableblibloblu" que me conozca antes, y conozca lo que he hablado y escrito sobre el tema.

Los motivos que me llevan a decir eso son, precisamente, que ya había descontado este camino. Ya sabía que iba a ocurrir esto, y lo que queda por ocurrir. Para muchos es una sorpresa, yo sencillamente me lo esperaba, y cuando te esperas algo, ¿cómo puede hacer que te enfades, o que te sientas indignado? Para mi todo va según el plan que ya había pensado que ocurriría.

Algunos de esos revolucionarios sin causa que salen a la calle porque alguien les ha dicho que es el momento de salir, y no lo era antes de que comenzara la crisis, cuando se hacían las cosas mal pero ellos tenían la cartera llena con el dinerito de sus padres, podrán llamarme conformista. Yo entonces podría llamarles imbéciles, y santas pascuas. Pero me gusta justificar mis palabras. Si me llamaran conformista, yo les diría que si ellos se quejan de que aquí las cosas van mal, hay docenas de países más en el mundo. Si ellos entonces me dicen que quieren quedarse en España, entonces soy yo el que les podría llamar conformistas. Claro, quedarse con la familia, los amigos, el dinero y todo eso es muy bonito, es muy... conformista.

Asumamos, entonces, la realidad. Las cosas van mal, como han ido siempre. Ni peor, ni mejor. Muchos hablan de la peor crisis de la historia, y claro, para ellos, que sólo han vivido una, pues sí la es. El príncipe nos recordó bien recordado que sobre 1880 si mal no recuerdo hubo una crisis brutal, mucho más dura que esta. Y después perdimos las últimas colonias en una guerra que ni empezamos, tuvimos una dictadura, la guerra civil, la otra dictadura. Y antes de todo eso, sucesiones de levantamientos, pobrezas y hambruna durante todo el siglo XIX.

¿Para qué sirve la historia? Para darte cuenta de que las cosas se llevan haciendo mal de siempre, que, de hecho, la propia historia espera que haya manifestaciones, que tú salgas a la calle como otros han hecho. También sirve para darte cuenta de que no estamos tan mal si se mira atrás. Yo personalmente estoy bien y mi familia también, aunque actualmente mi entorno comience a notar la crisis. Por eso me digo, todo va según lo que ya esperaba.

Ya no me preocupa lo que le ocurra a España ni a los españoles. Lo único que me preocupa es ese círculo difuso de personas que están cerca mío. Que sí, que debería preocuparme las personas, pero son ellas las que nos han llevado hasta aquí, ¿no es así? Que sí, que están mermando mis libertades, pero yo siempre he sido tan libre como he querido, porque no hay prácticamente nada que me ate a España. Eso es la libertad. La libertad no son aquellas cosas que te dicen que son tuyas por derecho de nacimiento o histórico, sino todas las demás cosas que sabes que son tuyas por derecho propio. Ninguno de nosotros hemos luchado y muerto en trincheras por la democracia, y sin embargo todos la tenemos.

Yo lo tengo claro, soy tan libre como quiero, no como me dicen que sea, independientemente de la realidad.




Y como siempre, aunque diga todo esto, mañana mismo puedo irme a dar palos con los mineros o cualquier cosa, que a pesar de todo tengo mi orgullo y mis obligaciones históricas para con España. Nunca renuncio al sueño de entrar algún día en política y sustituir el modelo, porque esa es la manera de hacer las cosas, los cambios vienen desde dentro hacia fuera, sólo que es mucho más fácil tratar de hacerlo a la inversa.

Si algo me ha demostrado la vida es que cualquier cosa que se logra de manera fácil, entonces será frágil.


Jesus Burgos Lobo
Semper Fidelis