"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un «¡Ahhh!»", Jack Kerouac


miércoles, 27 de abril de 2011

Frases y comentarios: Primer Capítulo

Hoy estreno una sección que me gustaría mantener. Se trata de coger frases, extractos de los libros que estoy leyendo, y analizarlos desde mi punto de vista con cierta profundidad. Bueno, aviso que la interpretación es de mi punto de vista y puede diferir de la del resto, pero allá va.



Del amor y el matrimonio”, David Hume

Página 42, último párrafo, haciendo referencia
al esfuerzo para conseguir un objetivo.

“Este trabajo es en sí mismo el ingrediente principal de la felicidad a la que aspiras, y que cada gozo pronto se hace insípido y desagradable cuando no se alcanza mediante el esfuerzo y la laboriosidad.”


Es decir, el camino, y no el fin, nos reporta la felicidad. Estaría totalmente de acuerdo si asumiese pues que la felicidad no es el objetivo, al menos no el único, de vivir. Aunque se crearía un problema serio, si yo asumo que la felicidad no es fin último, sino una cierta externalidad positiva del esfuerzo derivado del trabajo duro, y como la vida es camino, no fin, tendría que asumir al menos que la felicidad está presente en nuestras vidas queramos o no, y cualquiera pues podría plantearme lo siguiente: si está tan presente en nuestra vida, entonces es que el ser humano vive para ser feliz. Yo no llegaría a tanto. Hume dice que se llega a través del esfuerzo en realizar cierta tarea, y pone tras esas líneas el ejemplo de unos cazadores que se levantan al alba y arriesgan sus vidas para, al cazar la ansiada pieza, descansar alrededor de la hoguera y comparar ese descanso con el esfuerzo. La primera premisa que deberías aceptar es que a la gente le gusta poner su vida en peligro, sentir la muerte cerca le da vida, cosa que no es tan raro debido a que la muerte es vida, sólo la vida es vida gracias a que existe la muerte, no nos reducimos a mera existencia [Ortega y Gasset]. Pero es que al decir ese ejemplo Hume está demostrando que es el descanso, la omisión de trabajo forzoso, la que nos hace felices, no ese trabajo por sí mismo. Es como asumir que, un preso tras estar en la cárcel veinte años y salir a la calle y sentirse feliz, es feliz porque ha estado en la cárcel. Cierto es que se puede aceptar que el preso, privado de sus libertades y al recuperarlas ahora, se siente felizmente extasiado, pero entonces debería aceptar que los cazadores en verdad lo que disfrutan es el descanso, y no el trabajo duro como afirma en su frase Hume. Lo que ocurre es que, al haber sido expuestos al peligro y al trabajo duro, privado de sus libertades, después la gracia del descanso les parece más gracia por un 'efecto salto', es decir, dar un brinco desde una situación muy desagradable a una situación mucho más cómoda. Entonces lo que asume Hume es que debemos sufrir siempre, porque son los saltos hacia las posiciones 'de reposo' los que nos hacen felices.
De esa frase que mantiene dice derivarse la felicidad: la felicidad se goza cuando es traída por el trabajo duro. Yo diría que de ella se deriva el dolor. No, dolor no, la pesadumbre, el cansancio. Hume plantea en sus palabras no que debemos evolucionar en nuestra felicidad, sino que debemos hundirla de vez en cuando para sentir lo que tenemos, para valorarlo. En verdad, ahora argumentado, es un punto de vista interesante, aunque contrario a la naturaleza social y humana. El placer en la sociedad funciona de la siguiente forma: si tengo un coche siempre querré otro mejor, y debo trabajar para conseguirlo. Hume plantea que debemos destrozarle el coche delante de sus narices, y después devolvérselo arreglado para que entienda lo importante que es su coche. Es decir, provoca cortes en el crecimiento de las necesidades humanas, que van hacia el infinito. Es una práctica muy prudente por ese avance hacia el infinito que trata de evitar y hacer que nos conformemos, pero es totalmente imposible llevarlo a la práctica. El ser humano devora bienes, compra, y después compra otro mejor, porque piensa que mejora su felicidad. Intenta maximizar su felicidad a base de entrar en una espiral sin final. Hume invita a cortar el flujo de bienes y provocar moderaciones forzosas que nos hagan valorar lo que tenemos. Nunca se equivocará la frase “no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos”.

jueves, 7 de abril de 2011

La Felicidad: de fin último a destino inalcanzable.

Acabo de llegar a una conclusión bastante curiosa con respecto a una de las creencias más extendidas entre las personas: el hombre vive para ser feliz. Bueno, no es que niegue tal afirmación, pero si debería matizarse, y entenderse lo que se está aceptando con tal premisa. Los que afirman categóricamente que el fin último del hombre es su felicidad suelen aceptar el siguiente hecho: el ser toma las decisiones en su vida buscando esa felicidad. Esto ya no lo puedo admitir de tal manera. Me explico. En primer lugar, que yo beba agua, no salte desde un séptimo y me mantenga alejado de los cables de alta tensión no son decisiones que busquen mi felicidad, son decisiones que me mantienen con vida, esto es, decisiones de tipo animal (he elegido ese nombre porque son de instinto, son primarias, de nuestro cerebro más instintivo). Por lo tanto, podríamos admitir que el hombre decide en cuanto a sus decisiones de tipo animal (que podría alegarse que en realidad está determinado a elegirlas o morir, con lo cual sí tienen fin último la felicidad; no es una mala refutación, pero no me puedo parar a tratarla ahora), y sus decisiones de tipo emocional (la felicidad). Pero en realidad nos puede otra parte del cerebro, la lógica, que no siempre se comporta como su nombre indica y verán por qué. Una decisión de tipo lógica, sería decir: "cobro más, así pues tenderé a ser más feliz". Esto no es cierto en todos los casos, el dinero sí asegura un bienestar necesario para alcanzar la felicidad (te permite alimentarte, te permite una vivienda, te permite una estabilidad con tu pareja, te permite tener una familia... [no sirven refutaciones en cuanto a tribus y culturas que no usaban el dinero: en cuanto vives en una sociedad con dinero estás determinado a tener que ganarlo, gastarlo y acumularlo en mayor o menor medida]), pero un aumento de sueldo puede acarrear, por ejemplo, un aumento en el tiempo de viaje a nuestro puesto de trabajo (si cambiamos de empleo), y está demostrado que tener un tiempo de viaje al puesto de trabajo alto estresa y para nada ayuda a ser feliz). Una decisión de tipo lógica puede ser: "en realidad, tal persona es una vaga, y/o pasa de todo lo que le diga, y/o solo sabe salir de fiesta, con lo cual no me conviene para nada". Pero la tercera parte del cerebro te responderá: "es que en realidad ya te has enamorado". Las decisiones de tipo emocional, las que se hacen con el corazón, son mucho más numerosas que los dos anteriores grupos, es en lo que basamos nuestra vida, y es lo que a mi me gusta llamar impulso. Un impulso es aquello que hacemos independientemente de lo que nos diga nuestra raíz lógica. Si nuestra lógica nos dice que practicar el salto con paracaídas es peligroso, a nuestro corazón le da igual, porque aplica un impulso, y lo terminaremos haciendo. Y después de hacerlo decimos que somos más felices por haberlo hecho, cuando en realidad hemos llevado a cabo un impulso  que era necesario para nosotros. Es como comprarnos todas las cosas que deseemos, seremos caprichosos y siempre desearemos cosas, cada vez más extravagantes. Lo mismo pasaría con los impulsos, si los voy cumpliendo todos sin aplicar de vez en cuando la lógica, acabaré teniendo impulsos de extraña índole.

Lo que afirmo con todo esto es lo siguiente: si tomamos como premisa que el fin último es la felicidad, y aplicamos lo hasta ahora dicho, me atrevo a decir que tanto da nuestro fin, porque no tenemos medios para asegurar nuestra felicidad. No podemos afirmar que comprar un coche nuevo, saltar en paracaídas o lo que sea nos hará más felices (en especial después de que haya pasado un tiempo después de hacerlo, que ya no nos hará para nada felices posiblemente), simplemente hacemos lo que nuestros impulsos dicen, y a veces le aplicamos lógica y/o raíz animal para asegurarnos nuestra integridad física o personal. Por lo tanto, el ser humano es de naturaleza impulsiva, tiene impulsos a largo plazo que llamamos "sueños" (quiero ser cantante famoso, escritor, dirigir mi propia empresa...) pero no tienen que necesariamente hacernos felices. Y aquí es donde llega la conclusión por la cual comencé este ensayo: en realidad, hemos perdido felicidad total. Y me explico. Imagine un hombre del año 500.000 antes de Cristo, por ejemplo. ¿Qué puedes hacer? Si quieres comer, puedes comer carne, pescado o bayas. Si quieres trabajar, hacer hachas, cazar o pescar. También puedes pintar, tendrás hijos, etc. Ahora sé tú mismo. Si quieres comer, puedes ir de restaurante, al supermercado... y elegir entre miles de productos. Si quieres trabajar, puedes hacerlo en lo que imagines. Si quieres hacer algo en tus horas de ocio, las posibilidades son infinitas. Por lo tanto, esa enorme amplitud de posibilidades ha hecho que perdamos de vista las que realmente llevan a ser felices. Antes era mucho más fácil ser feliz (felicidad relativa al hombre del año 500.000 antes de Cristo) que ahora. Y la felicidad última es siempre la misma, no puedes ser más feliz ahora, simplemente tienes más opciones para serlo, pero los caminos no aseguran un destino mejor. Si quieres ir de aquí a China puedes ir de mil maneras y por mil sitios, pero China será la misma. Y es más, muchos caminos y destinos que tomes pueden significar tu final del camino, con lo que habrás viajado hacia China sin haber llegado jamás. Se entienda: habrás ido hacia la felicidad, pero esa enormidad de camino ha hecho que jamás la alcances.

sábado, 2 de abril de 2011

Oriente y Occidente: la diferencia histórico-cultural

"Quiero hacer un breve anuncio aquí, está quemando un pequeño monte frente a mi piso, un monte lleno de casas, y es un incendio bastante grande que, además, está girando hacia la zona urbanizada. Me siento bastante mal, impotente, mirando desde aquí cómo el monte deja paso a la tierra quemada sin poder hacer nada más que esperar a que los bomberos hagan bien su trabajo, sin que nadie lamente ningún tipo de pérdida. Prosigo con lo que iba a poner:"

Este es un breve compendio, muy rápidamente creado, sobre la marcha, no revisado y que se deja mucho en el tintero para evitar que sea demasiado extenso.Voy a poner una comparativa que es totalmente desalentadora:

China, año 1026 D.C.: un artilugio llamado “hombre de latón” fue construido. Se trataba de un instrumento para explicar la acupuntura. Junto a este hombrecillo, el doctor Wang escribió “Ilustración de la acupuntura y moxibustión del Hombre de latón” [En chino: “Torng Ren Yu Shiuh Jen Jeou Twu”], donde explicaba la relación de los 12 órganos y los 12 canales Chi. Era una obra de unificación de la teoría de la acupuntura.

España, año 1099 D.C.: moría Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, en una España inmersa en la Reconquista. No se conocía nada parecido a la medicina (la más avanzada de nuestro mundo era la musulmana, pero no era permitida entre cristianos), y de hecho será perseguido durante siglos todo aquel que emplease remedios de hierbas u otros métodos para la curación, tachados estos de herejes.


Mientras China vivía prósperamente, con una ciencia y medicina avanzada, España no era ni España, y sólo sabía luchar. No existía ni la ciencia, ni ningún tipo de tecnología, ni administraciones eficientes, ni nada de nada. Y lo que es más importante, China conocía algo que Occidente jamás pudo ver: el Chi. El Chi viene a ser como una energía (estudios recientes tratan de demostrar que se basa de energía eléctrica) que circularía por una serie de canales, lo que se sumaría a las venas, arterias y conductos linfáticos. Estos canales no son físicos, pues hubiera sido fácilmente demostrable para la medicina la existencia del Chi, pero parece totalmente necesario tomar su existencia como cierta cuando no sólo China ha curado a millones de personas usando ese conocimiento, sino que además esta región ha desarrollado filosofías de vida (eficaces) a raíz de esta.
Pero no quería yo entrar a discutir la existencia del Chi o todo lo perteneciente a la práctica del mismo (Chi Kung), lo cual, dicho sea de paso, me parece totalmente cierto, real y necesario para poder explicar todo lo que ocurre a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos. Lo que quería yo decir aquí era el enorme avance intelectual sobre nosotros. Fíjense, no recuerdo bien el año, pero antes de que España quedara unida, en China ya se diseccionaban cadáveres para hacer avanzar la medicina. ¡Diseccionar cadáveres! Era una práctica totalmente prohibida en el mundo cristiano. Y ahí está, de nuevo, nuestra piedra, nuestro lastre: el cristianismo. Antes que nada, quiero decir que el cristianismo para la península ibérica fue una bendición al principio, bendición que acabamos pagando muy caro. Fue gracias al cristianismo por lo cual los reinos no musulmanes del norte de la península se unieron (y pasaron a denominarse los reinos cristianos) y comenzaron la Reconquista (una cruzada, al fin y al cabo) para recuperar los territorios históricamente nuestros. Pero tan cómodamente se instaló el cristianismo, y de una forma tan macabra, que no fue hasta la invasión de Napoleón que nos deshicimos de la Santa Inquisición. Todo el mundo conocerá a la Santa Inquisición Española (llamada también Santo Oficio) como una institución encargada de mantener el cristianismo a toda costa, y que acusó de herejes y torturó hasta la muerte a cientos de personas. Pero la parte culturalmente más importante fue la enorme censura que mantenía sobre cualquier obra de contenido “hereje”, es decir, todo pensamiento liberal, moderno, científico o que, resumiendo, se opusiese a los intereses de la Curia Romana. Esto supuso la muerte intelectual de España hasta el siglo XIX, que comenzó a abrirse a nuevas ideas poco a poco. Pasa lo contrario con China, que a partir del siglo XIX es cuando pierde todo el poder y prestigio. Era durante la dinastía Qing, que sufrió, por cierto, una serie de rebeliones, la más conocida fue la “Rebelión de Taiping”, en la cual llegaron a luchar por el bando rebelde cerda de 2-3 millones de hombres en el año 1860. Es curioso saber que el ejército rebelde, que se llamaba a sí mismo “Reino Celestial de la Gran Paz”, tenía tendencia cristiana, aunque en realidad esta era una reinterpretación de la Biblia, añadiendo algunos cambios a su antojo. Debo decir que no conocía de esta rebelión, y que me estoy sorprendiendo por lo que estoy mirando por encima (en Wikipedia, cómo no). Les pongo las normas establecidas en las provincias controladas bajo el poder del “Reino Celestial de la Gran Paz”:

  1. La base de estudio para las examinaciones imperiales para los oficiales cambiaría de los preceptos confucionistas a los cristianos.
  2. La propiedad privada sería abolida y todo terreno era propiedad y distribuido por el reino.
  3. Se estableció un calendario solar que reemplazó al calendario lunar clásico.
  4. No existiría una sociedad por clases y los sexos fueron declarados iguales. Fue el primer régimen chino en admitir a las mujeres para la examinación imperial.
  5. Se promovió la monogamia y se prohibió la poligamia y el concubinato.
  6. Se prohibió el atrofiamiento de pies , que era una costumbre muy difundida en China.
  7. Se prohibió además el consumo de opio, los juegos de azar, el tabaco, el alcohol, la esclavitud y la prostitución.

Sorprendente, era un territorio, idealmente, cristiano-comunista (comunero, mejor dicho)-progresista. En la práctica no se aplicaba nada de esto, o se hacía mal, y era tan militarista que no funcionaba más que el ejército (por otra parte, para mantener al ejército antes dicho, es normal que necesitasen de todos los medios disponibles).

Como iba diciendo después de este breve paréntesis sorprendente (al menos para mí), comentaba que China tuvo grandes pérdidas en el siglo XIX, después de esas rebeliones, sufrió dos guerras contra Reino Unido, las conocidas como “Guerras del Opio”, que definitivamente pierden, teniendo que ceder Hong Kong, y dando derechos comerciales y de paso a las potencias occidentales. Además, antes de que termine el siglo, china pierde la guerra contra Japón, por la cual tiene que ceder Corea. China se pasó sin pena ni gloria, entre grandes revoluciones (una de ellas, la de Mao Zedong, vencería y proclamaría la actual República Popular China) y guerras contra Japón, la primera mitad del siglo XX, pero poco a poco Occidente y Oriente se fueron acercando hasta nuestros días, que somos (en especial España) aliados cercanos, casi amigos. Y de China no sólo vienen oportunidades para nuestras empresas y productos baratos de baja calidad, sino que también llega todo su pensamiento, exótico para nosotros, y quizá por ello muy atractivo, al menos a mis ojos. Cuando tuve en mis manos el “I Ching” [“El libro de las mutaciones”] sobre adivinación quede encantado, no digamos ya cuando leí el “Tao Te Ching” [“El libro del Camino”] de Lao Tse. A mi propia forma de pensar le añadí totalmente lo que me había transmitido ese libro, ese taoísmo, y desde luego quedé muy influenciado por ello. A veces me gustaría decir que mi “religión” (entiéndase filosofía, que es más correcto para referirse a ello) es el taoísmo, pero lo cierto es que es más una reinterpretación personal, es lo que pensé después de leerlo. De todas formas, es un libro bello, donde se aprende mucho. Actualmente he decidido lo que ya llevaba mucho tiempo planeando, meterme de lleno en el estudio del Chi, la acupuntura y el masaje Qigong, todos métodos de medicina que, aunque aquí consideremos tradicionales (e incluso falsos), en realidad se usan a diario allí, con unos resultados totalmente exitosos. Esa es la gran diferencia entre Oriente y Occidente, una diferencia histórica, marcada por la religión y la imposibilidad de un pensamiento progresista durante muchos siglos. Una diferencia que sigue vigente, y que, así lo creo, esta llamada a gobernar el mundo durante los años venideros: sólo aquel que históricamente ha sido intelectualmente superior podrá situarse por encima intelectualmente de los demás.