“Del amor y el matrimonio”, David Hume
Página 42, último párrafo, haciendo referencia
al esfuerzo para conseguir un objetivo.
“Este trabajo es en sí mismo el ingrediente principal de la felicidad a la que aspiras, y que cada gozo pronto se hace insípido y desagradable cuando no se alcanza mediante el esfuerzo y la laboriosidad.”
Es decir, el camino, y no el fin, nos reporta la felicidad. Estaría totalmente de acuerdo si asumiese pues que la felicidad no es el objetivo, al menos no el único, de vivir. Aunque se crearía un problema serio, si yo asumo que la felicidad no es fin último, sino una cierta externalidad positiva del esfuerzo derivado del trabajo duro, y como la vida es camino, no fin, tendría que asumir al menos que la felicidad está presente en nuestras vidas queramos o no, y cualquiera pues podría plantearme lo siguiente: si está tan presente en nuestra vida, entonces es que el ser humano vive para ser feliz. Yo no llegaría a tanto. Hume dice que se llega a través del esfuerzo en realizar cierta tarea, y pone tras esas líneas el ejemplo de unos cazadores que se levantan al alba y arriesgan sus vidas para, al cazar la ansiada pieza, descansar alrededor de la hoguera y comparar ese descanso con el esfuerzo. La primera premisa que deberías aceptar es que a la gente le gusta poner su vida en peligro, sentir la muerte cerca le da vida, cosa que no es tan raro debido a que la muerte es vida, sólo la vida es vida gracias a que existe la muerte, no nos reducimos a mera existencia [Ortega y Gasset]. Pero es que al decir ese ejemplo Hume está demostrando que es el descanso, la omisión de trabajo forzoso, la que nos hace felices, no ese trabajo por sí mismo. Es como asumir que, un preso tras estar en la cárcel veinte años y salir a la calle y sentirse feliz, es feliz porque ha estado en la cárcel. Cierto es que se puede aceptar que el preso, privado de sus libertades y al recuperarlas ahora, se siente felizmente extasiado, pero entonces debería aceptar que los cazadores en verdad lo que disfrutan es el descanso, y no el trabajo duro como afirma en su frase Hume. Lo que ocurre es que, al haber sido expuestos al peligro y al trabajo duro, privado de sus libertades, después la gracia del descanso les parece más gracia por un 'efecto salto', es decir, dar un brinco desde una situación muy desagradable a una situación mucho más cómoda. Entonces lo que asume Hume es que debemos sufrir siempre, porque son los saltos hacia las posiciones 'de reposo' los que nos hacen felices.
De esa frase que mantiene dice derivarse la felicidad: la felicidad se goza cuando es traída por el trabajo duro. Yo diría que de ella se deriva el dolor. No, dolor no, la pesadumbre, el cansancio. Hume plantea en sus palabras no que debemos evolucionar en nuestra felicidad, sino que debemos hundirla de vez en cuando para sentir lo que tenemos, para valorarlo. En verdad, ahora argumentado, es un punto de vista interesante, aunque contrario a la naturaleza social y humana. El placer en la sociedad funciona de la siguiente forma: si tengo un coche siempre querré otro mejor, y debo trabajar para conseguirlo. Hume plantea que debemos destrozarle el coche delante de sus narices, y después devolvérselo arreglado para que entienda lo importante que es su coche. Es decir, provoca cortes en el crecimiento de las necesidades humanas, que van hacia el infinito. Es una práctica muy prudente por ese avance hacia el infinito que trata de evitar y hacer que nos conformemos, pero es totalmente imposible llevarlo a la práctica. El ser humano devora bienes, compra, y después compra otro mejor, porque piensa que mejora su felicidad. Intenta maximizar su felicidad a base de entrar en una espiral sin final. Hume invita a cortar el flujo de bienes y provocar moderaciones forzosas que nos hagan valorar lo que tenemos. Nunca se equivocará la frase “no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos”.
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