Había comenzando como una especie de broma, o locura, o sueño, llamémoslo como queramos. Pero, de una manera o de otra, estaba mirando habitaciones hoteles de Vietnam. Y no sabía muy bien por qué, pero cada vez me parecía una idea más atrayente.
No solamente Vietnam, sino en general todos estos destinos que nos suenan tan exóticos. Son lugares perfectos para olvidarte de quién eres y sencillamente dejarte llevar por el ritmo local, por otra cultura, ser el extraño allí, el extranjero.
De alguna manera, a cada día que pasaba me veía más dispuesto a ir a estos lugares durante el verano. Estos u otros en realidad, pero me gusta la idea de saber que mil euros aquí significan más de veintiséis millones de dong en Vietnam. Es decir, son tan baratos, que sencillamente te puedes despreocupar de a dónde vas, de lo que quieres hacer, y de lo que te gusta comprar: simplemente lo haces. Y eso siempre acompaña, especialmente cuando no sabes cuánto vas a tener que pagar de matrícula el año que viene, y los gastos que vas a tener en una economía en constante declive. Poder viajar sin preocupaciones monetarias, disfrutando del ambiente, es esencial para olvidarte durante unos días de tu posición en la sociedad occidental.
Y sinceramente, no me importaría ir sólo. Me encantaría ir en la mejor compañía, pero ir a la aventura me parece entretenido, especialmente si viajo al Tibet, o a algunos de esos lugares donde sé que me puedo poner a llorar sencillamente por el hecho de estar observando algo superior. Hay lugares demasiado impresionantes como para quedarse indiferente ante su belleza o magia.
Y me voy a despedir, no con una imagen de Vietnam, sino del Tibet, del palacio de Potala, que me parece maravilloso, a pesar de su simplicidad. Yo mientras tanto, seguiré soñando.
Jesus Burgos Lobo
Semper Fidelis
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