"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un «¡Ahhh!»", Jack Kerouac


lunes, 14 de mayo de 2012

Algunas cosas personales

He de reconocer que, en el fondo, no me gustan las sorpresas.

En verdad, lo correcto quizás sería admitir que no las valoro, pero en definitiva la idea es que no soy muy de alegrarme con las sorpresas. Esto es así por dos motivos.

El primero de ellos, es que es muy difícil sorprenderme. Suelo olerme que alguien está tramando algo, y en ese momento mi cabeza empieza a pensar sobre lo que será. Y, puede parecer absurdo, pero después cuando recibo la sorpresa a veces puedo sentirme desilusionado porque mi mente, de tanto pensar, había dado por hecho una sorpresa mejor de la que he recibido.

El segundo motivo es que me gusta saber por dónde están yendo las cosas, es decir, tener planes respecto a ello. Quiero saber exactamente que música está sonando y va a sonar, y en cuanto algo no entra dentro de lo que esperaba, me tiro a la defensiva. Avanzar a ciegas no es algo que me guste por ese sencillo motivo, necesito saber hacia dónde se camina, para saber reaccionar de la mejor forma posible a los acontecimientos.

Creo que de esta faceta mía se deriva el que no me guste hacer o recibir regalos. Me pone bastante tenso ambas cosas, porque realmente no sé ni qué debo regalar, ni cómo reaccionar ante estos regalos que, usualmente, no van a gustarme. No es como si pudiese mentir y decir que realmente me encantan, pero sé que tampoco puedo decir que no me gustan por no hacer quedar mal a la otra persona. Lo mismo me pasa al regalar, no sé que espera la otra persona, ¿no se supone que, si realmente quisiera algo, ya lo habría comprado? No sé, no me importa regalar cosas personales de mucho valor sentimental a las personas más cercanas a mí, a las que realmente siento que tengo que darles algo, pero no entiendo por qué tengo que darle algo a alguien el día de su cumpleaños. Entendedme, no me importa pagarle su propio regalo, pero no me gusta elegirlo, porque además no me iba a gustar que la otra persona tuviese que mentir porque le he regalado algo que no le gusta.

Es una de las múltiples razones por las cuales no celebro mi cumpleaños. Detesto mentir, y muy pocas personas me conocen lo suficiente como para poder saber lo que realmente me gustaría que me regalasen. Así, nos ahorramos el gasto innecesario y el tener que mentir y decir que me gusta el regalo. Sólo me gustan los regalos que salen realmente del corazón, y esos sólo deberían entregarse en contadas ocasiones, no cada año. Además, sobre esos regalos, que le gusten a la otra persona requiere que realmente sepa lo importante que significa para ti. Realmente muy complejo.

Esta creo que es una de mis facetas más arraigadas y que no creo que pueda cambiar nunca (y no es que no lo intente). No sé regalar, y tampoco soy muy bueno aceptando regalos (especialmente porque automáticamente creo que tengo que devolver esos regalos, y me hace ponerme algo tenso la idea). La solución podría ser preguntar a otras personas, pero eso me gusta aún menos. Me parece que quedo como aún más tonto al preguntar a otra persona cercana qué podría comprarle de regalo. Si realmente no soy capaz de saber lo que le gusta, ¿cómo voy a entregarle ningún regalo sabiendo que ni siquiera lo he elegido yo? Creo que es bastante absurdo.




Jesus  Burgos Lobo
Semper Fidelis

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