Había terminado de leer a Jean-Paul Sartre, "El existencialismo es un humanismo", y en cierta manera me había quedado maravillado. Solía quedarme maravillado cuando leía a personas de su talla (pienso ahora en el gran José Ortega y Gasset), pero realmente la concepción existencialista de las cosas me había, de alguna manera, marcado, como me había marcado esa idea de España y sus nacionalismos, y las demás maravillas de "España invertebrada".
¿Qué tiene el existencialismo de especial? Bueno, desde mi concepción es una nueva vía, una nueva forma de explicar y de explicarme: pensar que cada uno es sus actos es realmente (personalmente) desalentador. En mi vida, ha habido más palabras que actos (tanto entregados/as como recibidos/as), y decir que todo se reduce a lo que he(mos) hecho, es como decir que cada fortaleza vale los asedios que ha sufrido, que el efecto de su presencia, de esas palabras, es en realidad nada.
En cualquier caso, apruebo la fórmula existencialista, porque prima el acto sobre las palabras, y en verdad, un acto vale más que mil palabras. Conjugando un poco citas famosas, cito a Tamerlan "más vale estar presente con diez hombres que ausente con diez mil", más vale hacer poco que prometer mucho, por traducir a nuestro caso.
Y esto es así siempre, en cualquier ámbito. Política: más valen las medidas, que las promesas. Amor: más valen los actos que las palabras. Inteligencia: más vale demostrarlo que decirlo. Y encima, al menos en los dos últimos casos, "hacer actos" no hace más que reafirmar tu posición de Amor/Inteligencia. Quizás he(mos) olvidado la importancia de los actos, o quizás hemos dado demasiada importancia a las palabras; lo que está claro es lo siguiente: la demostración (el acto) de tus palabras no sólo las ratifica, sino que te ratifica.
Es realmente una maravilla lo sencillo que es a veces comprender las cosas tan sólo leyendo un buen filósofo.
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