"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un «¡Ahhh!»", Jack Kerouac


martes, 1 de enero de 2013

Reflexiones (motivadas por Garrido)

Carlos Garrido en su entrada (Blog: Árbol de los Cuervos) acaba de hacer algo muy importante probablemente sin saberlo: me ha recordado, de alguna manera, el valor del orgullo.

Si tuviera que definir el orgullo hoy por hoy sería algo así como eso que he ido vendiendo día tras día durante años a favor de otras cosas, con el agravante de que he (había) olvidado el uso real que tiene.

No quiero decir con esto que no lo volvería a hacer, ya que estoy contento con lo que soy ahora mismo, he apartado mis principales defectos como mi arrogancia, que se alimentaba directamente del orgullo (o quizás era el orgullo el que nacía de esa arrogancia, tal vez nunca lo sabré), y he aprendido muchas otras cosas, unas por experiencia y aprendizaje personal, otras por críticas sobre mí.

Y, como él dice en su blog, el cansancio también pesa.

No sé a qué se refiere cuando habla de cansancio porque a fin de cuentas él es él y yo soy yo, pero también estoy cansado, quizás cansado de ceder y recibir poco a cambio, porque la gente confunde muy rápidamente a las personas que hacen sus movimientos con, efectivamente, gente altruista.

Yo, como él, no soy altruista. Ni un poco, nada. Si hago algo, espero algo a cambio, como todo el mundo. No es que te lo vaya a pedir, jamás, porque ahí está almacenadas mis últimas reservas de orgullo, nunca voy a pedir nada, pero eso no quiere decir que no espere nada a cambio. Espero que algún día a la persona a quien ayudo me devuelva el favor. Y lo que sí soy es una persona agradecida, cuando recibo un favor, una ayuda, procuro devolverla multiplicada por el mejor número que pueda. Sí, me gusta ayudar y adoro sentirme útil, pero también hay implícito esa esperanza de que alguien se gire a mí en algún momento y me diga algo que deseo escuchar. No quiero que me pregunte que necesito, porque no necesito nada, o mejor dicho, lo que necesito es que no pregunte y actúe, y haga lo que crea que necesito. Si no era eso, ya aprenderá, no soy una persona tan compleja realmente, y no tengo problemas en decir las cosas cuando veo a alguien esforzándose.

Por eso poco a poco me he ido quitando orgullo de encima, porque probablemente cada vez esperaba aún menos que la gente te echase una mano cuando tú ayudabas, y realmente me encanta ayudar. Y además, resulta que también tengo un ideal de la caballerosidad (o llamémoslo como nos plazca) que llega al punto de preferir sacrificar partes de mí antes que negar ayuda a nadie.

Dicho de alguna manera, he ido vendiendo orgullo a medida que apoyaba a tal o cuál persona. Esto no es ser altruista, es ser, probablemente y teniendo en cuenta la media de la forma de ser de las personas, imbécil. Pero en cualquier caso, prefiero ser imbécil antes que egoísta, porque la imbecilidad se cura muy rápido, mientras que el egoísmo requiere tratamientos mucho más costosos.

La pregunta que me hago es, llegados a este punto, qué hacer con el tema del orgullo y del cansancio. Porque en tanto que tenía orgullo para ceder, podía ir tranquilamente desprendiéndome de él a favor de arreglar ese cansancio que iba apareciendo. Pero hemos llegado al punto en que no queda nada que vender, y el cansancio sigue aumentando. Quizás puntualmente, porque siempre encuentro válvulas de escape, siempre me las arreglo para ir un poco más allá y más lejos, pero de alguna manera, tal vez sea por el invierno, miro alrededor y no me queda nada que pueda vender. Puede que, de hecho, esté mirando a esos territorios vendidos con cierta añoranza, pensando en que quizás nunca debí ceder ni un ápice de orgullo. Probablemente si no lo hubiese hecho nunca jamás me podría haber construido a mi mismo a lo largo de los años hasta lo que soy, lo que tengo, ahora, pero no nos engañemos, la mayor parte de las veces la disonancia cognitiva me asalta, y no siempre me quedan fuerzas para decirle que está equivocada, a pesar de que mi orgullo me diga que, si no es por lo que tengo ahora, no podría ser quien soy.

Y a pesar de todo, con peros, con cosas por cumplir, me gusta ser quien soy.

Aunque a veces sea yo mi mayor enemigo, aunque me cause problemas, aunque haya días que me duela aquí dentro, soy como soy, y es algo con lo que voy a tener que vivir el resto de mi vida.

Por eso escribo estas entradas motivadas por otros pensamientos de mis amigos mientras como palomitas dulces, bebo café con canela y le doy vueltas a la vida, porque es así como soy, porque no es sólo lo que soy, sino también lo que tengo.




Jesus Burgos Lobo
Semper Fidelis

1 comentario:

  1. Y me alegra que tú mismo lo veas. En alguna ocasión, a lo largo de este último año, cuando alguien me ha preguntado qué era de tu vida, si era una persona a la que dedicar algo más que un "todo bien jeje px" siempre he dicho que me esta a gustando mucho la persona en la que te estás convirtiendo, pese a que nos veamos poco y demás, creo que sabes a lo que me refiero cuando digo que a uno mismo le gusta ver como los que quieres cambian por sí mismos y lo hacen de forma que te agrada.

    Así que, como siempre, me alegro de haberte podido ayudar, inspirar, lo que sea, y aunque fuese solo un poco.

    Feliz Año ^^

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