"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un «¡Ahhh!»", Jack Kerouac


lunes, 6 de mayo de 2013

Delenda est

Nos equivocamos. Lo hacemos continuamente y lo llevamos haciendo desde que la ambición se coló en nuestro ADN. Lo haremos hasta que rompamos el modelo que nosotros hemos creado.

Porque, en definitiva, la sociedad se rompe. Bueno, no "se rompe", la rompemos. Somos unos aceleracionistas, avanzamos sin tratar de reparar los errores que vamos creando, porque el logro está adelante. En definitiva, la sociedad se agrieta porque es nuestra naturaleza, porque nos rodeamos de cosas superfluas y cada vez es más complicado ver las que realmente importan, se hacen indistinguibles o las rechazamos por otras superfluas. Porque en general vagamos sin rumbo, y vivimos como si fuésemos eternos.

No lo somos.

Ni debemos serlo, y la adquisición de bienes e incluso de conocimientos es superflua porque el ser humano no necesita de nada de eso. Nos hemos creado necesidades de ese tipo para explicar nuestra existencia, porque necesitamos explicar por qué vivimos. Lo que necesita(mos) es sentarse y señalar las cosas importantes, y darse cuenta de que a muchas de ellas jamás podrá aspirar, y defender las pocas que sí. Pero es imposible que haga esto, que lo hagamos ninguno de nosotros, porque somos parte de un engranaje de una máquina obsoleta. Porque giramos por inercia mucho más rápido de lo que deberíamos, y muchas partes han perdido su seña de identidad, y es confuso poder decir qué mueve qué, o en qué se diferencia esto de aquello.

Porque hay vías que nunca podremos seguir, ni vidas que nunca viviremos.

Nos equivocamos, continuamente, pero tratamos con todas las fuerzas de que parezca que no, hasta el punto de que hemos hecho que muchas necesidades superfluas se graben en nuestra cabeza y pensemos que son vitales. Y realmente las hagamos vitales. Y tratemos de lograrlas durante toda la vida, como si ese lapso de tiempo fuese infinito. Pero es infinitamente más pequeño de lo que creemos.

Necesitamos trabajar en nosotros mismos. Si cada uno de nosotros invirtiese el próximo año de su vida en tratar de ser feliz saldríamos de la crisis ya. Y no me refiero a la económica, que es la de menos. La mayor crisis que llevamos arrastrando desde siempre es la crisis de identidad de la sociedad.

A todos nos vendría bien que alguien nos recordase que, tarde o temprano, moriremos, que no somos eternos. Memento mori.




Jesus Burgos Lobo
Semper Fidelis

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