Acababa de terminar otro libro de don Ortega y Gasset, "Estudios sobre el amor", y como solía pasar, me daban ganas de ensayar. Cierto es que el tema que trata es controvertido, debido a que en primer lugar, la brecha que nos separan son casi un siglo. En ese tiempo, el amor a cambiadotanto (o más) que el resto de las cosas. Y, en segundo lugar, el tema nunca ha llevado a grandes conclusiones. Pero lejos de todo esto, hay que aprender a extrapolar conclusiones, puntos de vista, formas de sacar adelante ideas, y toda aquella cosa que sea útil. Creo que ha sido una gran lectura en la cual he ganado mucho.
Y lejos de esto en cuanto a tema (casi en el otro extremo), vengo a plantear un tema que me ronda la cabeza desde hace tiempo, que crea controversia por donde brota, y que parece que nadie se atreve a plantear "seriamente": ¿hasta que punto es lícito terminar con la vida de alguien? O de una manera más ligera, ¿la pena de muerte es una solución?
Me permito añadir, rápidamente, el por qué de esta pregunta, antes de que nadie critique lo que quizás no conozca. Por doquier, cuando algún asesino despiadado, que asesina niños o comete crímenes atroces del estilo, se oyen comentarios que hacen plantearse esa pregunta que yo me atrevo a replantear. Bien, el que aún esté leyendo, le sugiero que continúe sin prejuicios, sin miedo a que nadie piense de él en mala forma. Que prosiga, y que no tema lo que pueda llegar a pensar, pues pensar es siempre correcto.
Las personas... ¿son siempre personas?
O visto de otra manera, ¿se puede perder el estatus "persona"? ¿Qué significa ser una persona? Me consta que ha sido definido tal término de la siguiente manera: "Un ser social dotado de posibilidad (al igual que el resto de los animales), junto con la inteligencia y la voluntad propiamente humanas." No vayamos más allá de la tercera palabra: social. Social es perteneciente a la sociedad, y esta es, según la RAE: "Agrupación natural o pactada de personas, que constituyen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida."
Con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida. Curioso, ¿verdad? Entonces, persona será algo como: Un ser que, mediante la cooperación con otras personas, trabaja con el fin de cumplir todos o alguno de los fines de la vida. ¿El asesinato es, pues, un fin de la vida? Por supuesto, no. Entonces, el asesino, en cuanto a que no es parte de la sociedad, no es persona, pues no puede cumplir el mínimo para serlo. Y no sólo no es persona, sino que, además, ha acabado con la vida de personas, y además, podría terminar con la vida de alguna más. El asesino, pues, es un ser de naturaleza incierta, lejano al término persona, que puede atentar y atenta contra la seguridad de la sociedad y del las personas que la conforman.
Entonces, ¿no es lícito asegurar la seguridad de las personas? Mi respuesta, como la de todos, es sí. ¿Hasta que punto estamos dispuestos a proveer de esa seguridad? Aquí la respuesta es diversa. Normalmente, las personas que más creen en la seguridad y la justicia, terminan o bien en pena de muerte, o bien en cadena perpetua. Ambas son buenas formas de apartar a un asesino de la sociedad, pero me temo que por pura necesidad moral tengo que ir directamente a estar a favor de la pena de muerte. Me explico:
Desde mi punto de vista, el hacer sufrir a otra persona jamás es lícito, nos hace ser menos personas. Y eso en los términos que sean, no sólo en asesinatos y penas. Por lo tanto, para mí, mantener a una persona recluida de por vida en una cárcel me parece una forma de sufrimiento terrible, sería obligar al encarcelado a aferrarse a la esperanza de que algún día saldrá, cuando eso jamás va a pasar. Por lo tanto, esa razón, un tanto resumida, es la cuál me hace estar a favor de las penas capitales, pero matizo: penas capitales, sin sufrimiento, sin esperas.
Acusar a alguien a morir y mantenerlo veinte años encarcelado hasta que le das su castigo es también un sufrimiento para él, y ni la persona más caída en desgracia, ni el asesino más salvaje, se merece que nosotros lleguemos a esos términos, a hacerle sufrir por lo que ha hecho, como algunos aseguran. No, matar a alguien no es un acto de venganza, y eso es importante decirlo. No se hace para vengar al muerto, sino para asegurar la seguridad de las personas que aún están vivas. Por lo tanto, no deben equivocarse las personas, que no se dejen llevar por el odio, que no disfruten de forma perversa con la muerte del asesino de su ser querido. Lo que deben creer es que se ha hecho justicia, y que la seguridad de otros está garantizada, que no se dejen arrastrar por malos pensamientos, pero que sientan que la justicia asegura que el alma de su ser querido descansa en paz, y asegura también que otras almas se le unan antes de tiempo.
En términos resumidos, la pena de muerte es un duro castigo (debe de estar exento de dolor para el castigado, pues el sufrimiento no es permisible nunca), pero que se ha de dar para asegurar la seguridad de otras personas, otros seres queridos, y para asegurar la seguridad de nosotros mismos.
No es asesinar a una persona, es castigar a una aberración de ser humano.
Jesus Burgos-Lobo,
"Compendios rápidos"